Leyenda de "El Lobizón"
El lobizón (del portugués: luis-homem), es conocido en ciertas regiones sudamericanas como lobisón, lobisonte o lobisome y es un equivalente sudamericano del hombre lobo europeo.
La Mitología Guaraní dice que es el séptimo y último hijo de Tau y Kerana, sobre quien cayó la mayor maldición que pesaba sobre sus progenitores. Basado en esto la leyenda cuenta que el séptimo hijo varón seguido, del mismo padre con la misma madre sufre una escalofriante transformación, los días martes y viernes, de los meses impares.
Es pálido, flaco, alto, escuálido, enfermizo, muy solitario y poco sociable desde niño. Al revolcarse sobre la arena, ceniza o una tumba, gira tres veces sobre su cuerpo; y se transforma en un animal inmenso mezcla de perro y cerdo, patas enormes, con grandes orejas sobre la cara, pelaje tan oscuro como las tinieblas, que echa fuego por los ojos. También despide un fétido olor a podrido. Luego se levanta para vagar hasta que caiga el día y recuperar su forma humana.
Se alimenta de carroña en los cementerios y heces de gallinas. En los peores casos come mujeres jóvenes o algún bebé sin bautizar. Cae siempre enfermo del estómago por comer inmundicias y es por eso que los sábados no se levanta de la cama.
Traspasa su mal pasando entre las piernas de alguien; así él queda curado y la victima maldecida. Si quiere alejar; ha de ser arrodillado rezando un padre nuestro, haciendo la señal de la cruz, o arrojándole agua bendita, un tizón al rojo vivo o botellas rotas.
Hay que herirlo con un arma blanca o con armas de fuego benditas, de lo contrario es inmune. Si ve su propia sangre se convierte en hombre de nuevo, pero será enemigo de muerte de quien descubre su secreto.
Para romper el hechizo se bautiza al niño en siete iglesias distintas o con el nombre de Benito, apadrinándolo el hermano mayor, aunque lo recomendable es que lo haga el Presidente de la Nación. Actualmente hay en Argentina un promedio de 300 padrinazgos anuales, de los cuales sólo el 30 por ciento corresponde a mujeres amparados bajo el decreto 848 legalizado por el presidente Perón en 1973.
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